Por: Maria Isabel Rueda
-->Empieza la carrera de obstáculos:
El primero es el del Consejo Electoral, cuya investigación sobre la financiación del referendo concluyó la semana pasada (conclusión: había que hacer otra investigación). Sigue su aprobación en el Congreso, a lo que no le veo ningún problema.
La Corte Constitucional, tiene la obligación de pronunciarse sobre dos aspectos de su constitucionalidad. El primero, el de si hay que respetar, como es obvio, a pesar de lo que dice el texto, que la gente firmó creyendo que lo hacía para la reelección en el 2010. Y ahora el segundo, si puede o no el Congreso cambiar la redacción de un referendo de origen popular. Pero auguro que saldrá avante del Congreso y pasará a su examen en la Corte Constitucional.
La Corte anterior, a la que le tocó decidir la constitucionalidad de la primera reelección de Uribe, conceptuó que ella no representaba peligro para la integridad de la Constitución si era por una sola vez. Pero dijo que si era por una vez, no por dos. La salida jurídica de la Corte tendría que ser argumentar que si la primera reelección de Uribe la decidió el Congreso, la segunda la decidirá el pueblo, que es la voz de Dios.
Llegamos así al último de los obstáculos y el más difícil de todos: el de la realización del propio referendo.
Para que sea válido, tendrá que sacar 7'000.000 de votos, que corresponden al 25 por ciento del censo de 28 millones de potenciales votantes. Uribe, en su reelección, obtuvo 7'397.000 votos. Pensando pensamientos, supongamos que se le bajen a una cifra cercana a los 6'500.000 y que, sumados a los que voten en su contra, no lleguen a los siete millones que se requieren.
A pesar de la derrota del referendo, Uribe saldría ganando con más de seis millones de votos a su favor. Y se produciría el extraño y delicado escenario institucional de un Presidente con los votos necesarios para salir elegido de lejos en unas elecciones en las que ya no podrá participar.
Se activarían entonces las candidaturas de Juan Manuel Santos, de Germán Vargas y de Andrés Felipe Arias, que estaban a la espera de los resultados de un referendo que venían promoviendo a favor en público, pero que en privado rezaban para que fuera derrotado.
Tratándose de egos tan pesados, desde ya garantizo que no existe ninguna posibilidad, repito, ninguna, de que estos tres se pongan de acuerdo en una fórmula que deje a uno solo de ellos como candidato de la coalición uribista. Por lo cual, creo que los tres se enfrentarán muy parejos con los candidatos que a su vez elijan finalmente el liberalismo y el Polo. Y con Sergio Fajardo, si llega hasta acá como todo indica. Y con Noemí Sanín, quien podría también activar aquí su candidatura como una opción independiente, a pesar de venir del uribismo. Y de pronto, hasta con Rodrigo Rivera.
¿Y que sucedería si el Presidente, a esas alturas, y con esa cantidad de votos que conserva a su favor, resuelve hacer un guiño, por ejemplo el de dejarse sacar una foto en primera página de EL TIEMPO tomándose un tinto con Uribito?
Extractos de la columna de María Isabel Rueda - El Tiempo
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