
A lo largo de su viaje Moore se topó con trozos de botellas, bolsas plásticas, jeringas y una multitud de otros objetos plásticos reconocibles y no tanto, ya que por la acción del sol y los vientos, este material se desintegra en fragmentos diminutos que permanecen durante años flotando a merced de las corrientes marinas. La desintegración del plástico en partículas microscópicas -algunas son infinitamente más pequeñas que un grano de arena- hacen que este parche, sea casi imposible de localizar mediante radares o tecnología satelital.
Los peces pequeños confunden las partículas plásticas con alimentos. Muchos mueren tras ingerir estos fragmentos, que además actúan a modo de esponja para las sustancias tóxicas y metales pesados. Pero otros sobreviven y cuando son ingeridos por animales más grandes, entran a formar parte de la cadena alimentaria.
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